miércoles, 1 de mayo de 2013

Prisiones que se olvidaron

Cuba: Prisiones que se olvidaron
Publicado el Martes, 30 Abril 2013 17:01
Por Omar Ruiz Matoses*

En pocas horas, el gobierno cubano será sometido al Examen Periódico
Universal del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra,
con pronósticos mayoritarios de que el largo historial de violaciones y
atropellos del régimen implantado por Fidel Castro hace 54 años pase la
prueba sin una condena efectiva.

El contenido del informe cubano ya es conocido. Lo divulgó la pasada
semana el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) y forma parte de
la estrategia propagandística que hemos visto desgranar en estos años en
los foros internacionales, atestada de alteraciones, silencios, medias
verdades y burdas mentiras sobre la realidad en Cuba, en la vida pública
y en sus cárceles.

Con el tradicional maquiavelismo de los personeros del régimen, la
presentación del informe estuvo precedida por una inusual gira por las
prisiones habaneras, a la que el Ministerio del Interior (MININT)
convocó a los periodistas oficiales y corresponsales extranjeros para
presentarles una imagen maquillada de la realidad penitenciaria del país.

En mayo del pasado año, el régimen cubano fue sometido a un examen
similar ante la Comisión contra la Tortura (CAT) de Naciones Unidas, en
Ginebra, y la respuesta del representante castrista a preguntas sobre la
situación de las prisiones se recordarán por largo tiempo como un
ejemplar ejercicio de cinismo. El vicefiscal general Rafael Pino no tuvo
mejor ocurrencia que aseverar que todos los casos de malos tratos en
centros de detención son perseguidos penalmente en el país.

Tortura e impunidad

"En Cuba no hay, ni habrá espacio para la impunidad", dijo entonces el
fiscal Pino. Y agregó una frase que sólo un demente o un extraterreste
(y Pino no es ninguna de las dos cosas) podría lanzar sin ruborizarse:
"Los actos de tortura y malos tratos están totalmente prohibidos y
constituyen delitos en Cuba".

Este es el mismo discurso del informe cubano que escucharemos hoy en
Ginebra. Porque evidentemente los funcionarios castristas no hablan al
parecer de las cárceles donde cumplí 17 de una condena de 20 años. Entre
el sistema penitenciario que alaba el cuento de hadas del MINREX y la
infamia cotidiana de las cárceles cubanas hay un abismo de
contradicciones que no podrá dilucidarse en esta anunciada sesión de
Ginebra.

El único recurso que tenemos las víctimas cubanas no parece ser
encomendarnos hoy a Naciones Unidas, sino recordarles que tenemos la
memoria intacta. Por crudos que parezcan los detalles.

Yo recuerdo en mis largos años de prisión que nunca me dieron alguna
sábana, funda o almohada para taparme en las noches. Ni a mis compañeros
de infortunio, tanto en la prisión de la Condesa, el área especial de
Guanajay y por último en Guaicanamar.

Recuerdo que nunca me dieron colcha, mosquitero, ropa para contrarrestar
el frío y la humedad de las celdas, ni a mí ni a mis compañeros de
infortunio.

Once años en celda tapiada

Recuerdo que en 17 años y medio de cautiverio, 11 de ellos en una celda
tapiada, apenas recibí dos o tres veces aseo personal.

Recuerdo a algunos presos comunes benéficos (los que no reciben visitas
por diversos motivos) a quienes en algún momento tuve acceso. Los
recuerdo con los dientes podridos y un aspecto totalmente deplorable,
clamando por un poco de pasta dental para tratar de conservar las pocas
piezas que les quedaban, o por un pedazo de jabón para asearse, aunque
fuese una vez en largo tiempo. Los recuerdo rogando un cigarrillo.

Recuerdo también cuando se me reventó una úlcera en el área especial de
Guanajay, donde permanecí casi 24 horas hasta que me pudiesen trasladar
de urgencia al Hospital Nacional de Reclusos. Porque si bien existía la
ambulancia, faltaban dos patrullas para poderme conducir y hasta que no
vinieron, no pudieron enviarme rumbo al hospital.

Recuerdo las donaciones de sangre de los presos en La Condesa y las
colas que se formaban para hacer el donativo, porque era la forma de
recibir un permiso de 24-48 horas, en violación de las más elementales
normas de seguridad sanitaria.

Recuerdo que si querías alumbrarte en tu celda por las noches, tus
familiares tenían que proporcionarte las bombillas adecuadas.

Recuerdo las magras, fétidas raciones de alimentos que consumía la
población penal; la harina de maíz con gusanos, en proporciones tan
pequeñas que hasta un niño se quedaría con hambre. Un invariable
desayuno que consistía en una delgada rodaja de pan, confeccionado con
harina de naturaleza desconocida y agua con azúcar caliente.

Dolores sin remedio

Recuerdo que en 17 años la única proteína que consumí en la prisión me
la proporcionaba la familia durante las esporádicas visitas.

Recuerdo la falta de médicos, enfermeros o personal de la salud en las
prisiones, y la notoria falta de medicamentos. Daba pena ver rabiar a
hombres recluidos, en condiciones totalmente infrahumanas, por un dolor
de muelas, un ataque de asma, un simple dolor de cabeza, una fiebre, y
que no apareciera una aspirina o el medicamento necesario en todo el
recinto penitenciario.

Recuerdo los apagones en las prisiones, frecuentes y de larga duración
con las consabidas vendettas, insultos y peleas entre los reos.

Recuerdo la inexistencia de grasas comestibles, pues la poca que se
suministraba se la robaba el personal de cárceles y prisiones.

Recuerdo que la familia se las agenciaba para llevarme alimentos, que
era robados descaradamente en las requisas por el personal carcelario.
Se llevaban también pertenencias suministradas por las familias, así
como libros, revistas, periódicos, no precisamente para leerlos, sino
con el mezquino afán de luego venderlos y tratar de compensar sus
míseros salarios.

Recuerdo también el maltrato de obra y de palabra a los reclusos,
injustificados en su inmensa mayoría.

Entre ratas y otras alimañas

Recuerdo las oprobiosas celdas de castigo donde se confunde el día con
la noche, y donde se duerme en un tétrico pedazo de concreto que hace
las veces de cama, esquivando ratas, ratones, mosquitos y moscas en
cantidades industriales, así como otros vectores y alimañas portadoras
de infecciones de todo tipo.

Recuerdo que esas magras celdas de castigo no distan mucho en
condiciones de las celdas regulares.

Recuerdo las frecuentes diarreas colectivas, producidas por la ingestión
de comida en mal estado, y la falta de medicamentos para contrarrestarlas.

Recuerdo que la aritmética de 53,000 presos que declara el gobierno
cubano necesita ser revisada.

Solo en el Combinado del Este había albergados hasta mi salida de Cuba
cerca de 9,000 reclusos y en Cuba existen decenas de cárceles de máxima
seguridad con capacidades de entre 600 y 6,000 reclusos, todas con
hacinamiento extremo.

En el área especial de Guanajay, donde pasé la mayor parte de mi condena
en aislamiento, llegó a haber más de 150 presos entre militares, comunes
y políticos, y hablamos de un recinto con capacidad de no más de 30
reclusos, según las normas mínimas internacionalmente aceptadas.
Considero que el número de prsioneros oscila entre 90,000 y 10,0000
prisioneros, incluyendo las prisiones militares que regularmente se
obvian, tan insalubres y con tan pésimos tratos y alimentación como las
civiles.

Mentiras oficiales

Recuerdo las mentiras de funcionarios y fiscales con respecto a la
presentación de las peticiones de cambio de régimen penitenciario o de
libertad condicional. Una situación generalizada para los presos de
carácter político. Los tribunales, en contubernio con la
contrainteligencia detienen, frenan y deniegan injustificadamente las
libertades a los reclusos.

Recuerdo los malos tratos a los familiares cuando van a exigir los
derechos de sus seres queridos recluidos. Mi esposa reclamó alguna vez
mi expediente científico, que nunca supe por qué se lo llevaron cuando
requisaron ilegalmente mi casa, y estuvo a punto de recibir bofetadas.

Recuerdo la insolente conducta del teniente coronel Fernando Fernández,
presidente del tribunal inquisidor que me juzgó sin la presencia de un
abogado defensor. Menciono su nombre porque creo que sería oportuno que
las víctimas comiencen a reunir los nombres de los funcionarios del
aparato de cárceles y prisiones, de los tribunales y de la policía
política o de cualquier funcionario de conducta reprobable, porque
nuestra misión es impedir la desmemoria del futuro cubano.

Recuerdo que algunos de esos victimarios del castrismo están hoy
paseando impunemente por España, Estados Unidos, Gran Bretaña y otros
paises democráticos, algunos ya retiro en mano, visitando a los hijos o
parientes, sin recordar el pasado reciente que protagonizaron como
represores.

Recuerdo que algunos gobiernos democráticos otorgan fácilmente visas a
estos energúmenos y deben al menos conocer a quiénes le dan refugio y
alberge. Si Naciones Unidas me permite insistir, los delitos por
violaciones flagrantes de derechos humanos no prescriben, y los
violadores pueden ser detenidos y juzgados en los países signatarios de
tratados internacionales en este rubro.

Recuerdo que estoy disponible para cualquier testimonio o verificación
sobre estos hechos que describo.

Todo esto he querido recordarlo con la esperanza de que el escarnio del
régimen cubano no llegue a convertirse en la única palabra válida y
dolorosamente aceptada ante el ilustre Consejo de Derechos Humanos de
Naciones Unidas.

*Ingeniero eléctrico y ex teniente coronel de las FAR y el MININT. En
1991 fue condenado a 20 años de prisión por un tribunal militar, acusado
de salida ilegal del país, desacato, conducta deshonrosa, espionaje y
deserción. Actualmente reside en Madrid.

http://cafefuerte.com/cuba/noticias-de-cuba/politica/1944-cuba-prisiones-que-se-olvidaron

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