Jueves, Diciembre 22, 2011 | Por Julio Cesar Álvarez
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -La prisión de máxima 
severidad de Camagüey (Kilo 8) y la de Alcatraz, en el Estado de 
California, tienen en común no solo haber albergado a reos muy 
peligrosos, sino también a fugitivos indomables que burlaron de forma 
espectacular la seguridad de esas instalaciones.
"La aguja" es  el alias de un ex fugitivo camagüeyano,  que constituye 
una referencia obligada para todo el que se interese en la historia de 
las fugas de las prisiones en Cuba.
Aunque aún no he confirmado los nombres de los prisioneros fugados de la 
prisión de Kilo 8 en el año 2000, "La aguja" me asegura que fueron los 
hermanos Diego y Alberto Mora, y Juan Castell. Ellos son la versión 
criolla de los hermanos John y Clarence Anglin, y Frank Morris, famosos 
por su también espectacular fuga de Alcatraz, en 1962.
Kilo 8 no está construida sobre una roca en el mar, pero los cientos de 
toneladas de concreto y cabillas que conforman su cimiento la hacen tan 
invulnerable a las fugas subterráneas como su hermana de la Bahía de San 
Francisco.
La humedad en el hormigón hizo parte del milagro en ambas fugas, pero en 
el caso de Kilo 8 los reos horadaron, con el angular de acero de una 
litera, no una pared para salir a un pasillo como en Alcatraz, sino el 
techo de su celda y el de la de arriba, para salir a la azotea. La 
segunda planta no era utilizada entonces, y estaba sin vigilancia. Esto 
les permitió a los reos llegar hasta ella sin ser vistos.
Afirma "La Aguja" que en Alcatraz el ruido era disimulado por la melodía 
de un acordeón  en las horas programadas para la música. En Kilo 8 no 
fue la armonía de un instrumento musical lo que apagó el estrépito que 
producía el angular al golpear el concreto, sino una protesta 
generalizada de los reos que exigía mejores condiciones de vida, y que 
duró una semana.
En ambas cárceles la oscuridad en las celdas les permitió disimular los 
huecos. Los de Alcatraz pusieron cartones en la pared y los de Kilo 8 
pegaron en el techo hojas blancas con goma hecha de arroz. Todas las 
celdas estaban pintadas de blanco y los carceleros, al recontar, jamás 
se percataron del camuflaje.
Increíblemente, durante el tiempo que duraron las protestas, los 
guardias cerraban todas las rejas que daban acceso a las celdas y no 
hacían rondas de vigilancia. Solo las abrían para los recuentos, el 
desayuno, el almuerzo, la comida, y cuando llegaba algún funcionario 
para enterarse de las demandas. Los reos sólo contaban con un periscopio 
improvisado, hecho de hojas de periódico con un pedacito de espejo en la 
punta, que sacaban por los balaustres de la reja para mantener vigilado 
el pasillo y evitar que los sorprendieran.
La fase final de la fuga camagüeyana fue menos complicada que la de 
Alcatraz y no precisó de impermeables como balsas, sino de sabanas, 
usadas como cuerdas. Los reos alcanzaron la azotea a través de los 
huecos abiertos en los techos, bajaron por la escalera que daba acceso a 
ésta y pasaron los tres cordones de seguridad hasta llegar a la tapia, 
de seis metros de altura con su alambrada en lo alto, la cual escalaron. 
Y todo esto sin ser detectados ni  por los perros ni por los custodios 
de las garitas— durante las investigaciones se determinó que se 
encontraban dormidos.
"La Aguja"  termina su historia esclareciéndome que los muchachos de 
Alcatraz desaparecieron en la bahía sin dejar rastros, y los creyeron 
muertos. Los de Kilo 8 no corrieron la misma suerte: los atraparon a los 
quince días, y les dieron una paliza ejemplarizante hasta dejarlos 
inconscientes. Después los arrastraron por toda la prisión, dejando sus 
cuerpos una estela de sangre en el piso semejante a la que dejaban los 
gladiadores muertos cuando los retiraban de la arena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario