martes, 8 de diciembre de 2015

Estar en una prisión no elimina los derechos humanos

«Estar en una prisión no elimina los derechos humanos»
BORIS GONZÁLEZ ARENAS | Buenos Aires | 8 Dic 2015 - 8:41 am.

Rolando Ferrer Espinosa es el coordinador de organización del Frente
Antitotalitario Unido (FANTU), la organización de la que Guillermo
Fariñas es coordinador nacional. Abogado de profesión, Rolando Ferrer
estuvo preso entre los años 1999 y 2006, principalmente en la Prisión
Manacas, conocida también como "La Alambrada", en Santo Domingo,
provincia de Villa Clara, de la que es natural.

Rolando Ferrer fue oficial de contrainteligencia y después de abandonar
el Ministerio del Interior (MININT) creó la Asociación Independiente de
Excombatientes de las FAR y del MININT. El 25 de julio de 1999, pocos
días después de creada la Asociación, fue detenido, juzgado y condenado
a prisión. Esta entrevista versa sobre su experiencia en la cárcel de
Manacas, las celdas de castigo, la crueldad de la oficialidad
relacionada con la prisión, los intentos de asesinarle y el nacimiento
de su hija. Pero también sobre la perseverancia y la esperanza de
quienes quieren ver en Cuba la realización plena de la democracia.

Rolando Ferrer es también miembro del grupo gestor de la Campaña #Otro18
por una Ley Electoral que no bloquee la participación del pueblo en la
elección de sus representantes políticos.

¿Cuál es el régimen de una celda de castigo?

En una celda de castigo a las 6:00 am te dan el de pie. Ahí tienes que
sacar para afuera el tablero que te sirve de bastidor, el colchón, todas
tus pertenencias, y te quedas sin nada hasta las 10:00 pm, que se hace
el recuento y te devuelven tus pertenencias. Una vez al día viene un
preso al que le dicen el pasillero, ese es el que trae el agua para
beber y para bañarte en cualquier recipiente. Dentro de la celda no hay
agua.

Hay una ventana a la altura de 1,80 m aproximadamente. El frente de la
celda da al pasillo y ese frente es todo enrejado. El pasillo tiene una
diferencia de altura respecto de la celda de entre 60 y 70 cms de
diferencia, por lo que tú estás en un hueco.

¿Para entrar tienes que bajar?

En ese hueco, que es un cuadrado que apenas tiene un 1,60 o 1,70 m, está
una litera de hierro empotrada en el piso, por lo que te queda poco
espacio. En una esquina hay lo que le llamamos un turco, que es un hueco
con dos apoyos de cemento donde te paras y el hueco te queda en el
centro para hacer las necesidades. Todas las necesidades fisiológicas
las haces allí, incluso te bañas allí, porque ese es el único tragante.

Por la mañana te traen el desayuno que puede ser una infusión de naranja
con poca azúcar y un medio de pan. A veces es una cosa a la que los
presos le dicen Shiralad, como una especie de cereal de sabor muy
desagradable. Bien malo, en ningún lugar lo vuelves a ver en tu vida,
solo ahí. Infusión, Shiralad, o simplemente agua con azúcar tibia.

El almuerzo es el mismo menú de la comida. Un poquitico de arroz sucio,
con gusanos de hasta 2 cms, enormes. Los caldos son un agua con sebo de
producción animal, que como llegaba frío hacía como una nata encima. Te
decían que eran chícharos o frijoles, pero no te encontrabas un grano de
chícharos ni de frijoles. A veces te daban un pedazo de plátano burro
hervido, un pedacito de pan, ese era el menú.

En la prisión se pasa mucha hambre. Los presos que no tienen familia que
los atienda son más propensos a colaborar con la policía cuando la
policía los solicita, porque tienen hambre y de ese modo consiguen que
les den más comida. Los presos hacen muchas cosas en la prisión con tal
de tener más alimentación.

En la celda de castigo no hay luz. Hay una lucecita en el medio de un
pasillo en el que hay diez celdas. Allá en el medio del pasillo hay una
luz. En la celda no puedes leer, porque por el día no tienes los libros
y por la noche, cuando te dan tus pertenencias, ya la luz no te da para
leer.

Yo me pasé casi todo el tiempo de prisión en celdas de castigo.

¿Existió alguna solidaridad contigo en la prisión?

Además de casos aislados, como el de un preso que me alertó que me
querían matar, la única solidaridad que encontré fue de los otros presos
políticos. Hubo un señor de Guantánamo, Leoncio.

¿Era un preso político?

Era no, es, aún sigue preso.

¿En esa cárcel?

No, a él lo transitan por toda Cuba. Él estuvo un tiempo allí en
Manacas, casi todo el tiempo que estuve yo él estaba allí. Después lo
sacaron y después de un tiempo volvieron a traerlo.

Descríbelo físicamente.

¡No! ¡Lo más bonito es que yo nunca pude verlo! ¡Él estaba en una celda
y yo en otra!

¿De castigo?

Sí, los presos no se ven.

¿Pero cuando los sacaban de la celda de castigo, en la prisión?

No, no, ese hombre nunca salió de allí para nada. Yo estaba tiempo en
las celdas de castigo y me sacaban y volvía, pero él no. Cuando lo
sacaban era para llevárselo fuera de la provincia y yo no lo veía.

¿Hay alguna experiencia del presidio que quisieras comentar?

Todas las etapas y detalles de la prisión lo marcan a uno. En una
ocasión el jefe del proceso de reeducación, el entonces primer teniente
Julio Riscart, trató de comprometer a algunos presos para que me
apuñalaran. Uno de esos presos es el que me pone en conocimiento de lo
que se planeaba, además de que convenció a otros de que no lo hicieran.
Yo entonces mando a buscar a mi familia y viene mi mamá, Florentina
Espinosa Pérez, que es quien me ha apoyado siempre y que asistió con
representantes de la Fiscalía para el Cumplimiento de la Legalidad en
Establecimientos Penitenciarios, que se conoce por las siglas (CLEP).
CLEP pertenece a la fiscalía, no al MININT.

Entonces se realiza una reunión en la oficina del director de la
prisión, el mayor Armando. Allí estaba también Julio Riscart como jefe
de reeducación e implicado en el asunto. Estaba el oficial jefe del
Trabajo Operativo Secreto (TOS) y el Jefe de Orden Interior nombrado
Alexis. Mi mamá se quedó afuera.

Ellos me pidieron que revelara el nombre del preso que me alertó del
atentado. El fiscal me solicitó que cooperara en ese sentido. Yo dije
que estaba dispuesto a decir su nombre pero en la sala de los delitos
contra militares donde yo acusara al primer teniente Julio Riscart por
buscar a un preso para que me apuñalara. Entonces no siguen insistiendo.
En su dictamen el fiscal termina diciendo: "A Ferrer no lo pueden tocar
ni con el pétalo de una rosa".

Entonces ellos cambiaron la versión e hicieron parecer que eran los
presos los que querían matarme y, como medida de seguridad, me llevaron
a una celda de castigo y estuve cinco meses allí.

Otro hecho que me marcó en la cárcel fue el nacimiento de mi hija
Daliana Ferrer Cepero el 9 de marzo de 2004. Ella es la segunda hija
mía, la primera es de otro matrimonio. Ellos debieron llevarme de
inmediato a la inscripción y no lo hicieron. Demoraron dos semanas en
las cuales mi esposa Zuleika Cepero Méndez y mi mamá tuvieron que
conseguir los alimentos a sobreprecio, porque sin la inscripción no le
daban la leche ni los alimentos que le correspondían.

Cuando me llevan a inscribir a la niña, la civil que me atiende dice a
los militares: "Quítenle las esposas para que firme", y los guardias le
dicen: "No, tenemos la orden de no quitarle las esposas para nada". Yo
firmé, les pedí que me dejaran cargar a la niña y me dijeron: "Cinco
minutos". Yo cargué a mi niña con los brazos esposados. A los cinco
minutos me dijeron: "Vamos". Mi mamá quería darme un refrigerio para el
camino y le dijeron que no.

Cuando regresamos a la prisión yo me senté en la litera mía y los presos
que me vieron con lágrimas en los ojos me preguntaron: "¿Qué te pasa,
sargento? ¿La niña está enferma, hubo algún problema?". Yo les dije: "La
niña nació bien, pero es que estoy tratando de recrear la cara de ella y
no puedo". No conseguía recrear la imagen de la cara de mi niña y
aquello me causó un dolor tan grande que tuve que llorar. El dolor que
sentí lo puedo evocar ahora perfectamente.

¿Cómo te sensibilizó el tiempo en prisión con la situación de los presos?

En una Cuba independiente habría que mejorar las condiciones de vida de
los presos, propiciarles una vida más decorosa. Estar en una prisión no
elimina los derechos humanos. No estás privado del derecho a recibir
alimentos adecuados y en cantidad suficiente, a la capacitación, a
seguir siendo una persona. Porque en las prisiones de Cuba los presos
dejan de ser personas para convertirse en cosas, y si no entiendes que
te has convertido en una cosa, tu futuro se complica, lo mismo porque tu
condena se alarga sin fin como porque no sobrevives.

Source: «Estar en una prisión no elimina los derechos humanos» | Diario
de Cuba - http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1449515636_18657.html

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