Reos para la defensa
Lunes, Agosto 27, 2012 | Por Julio Cesar Álvarez
LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Como se conoce, en Cuba hay un 
día al que el gobierno llama Día de la defensa. Según la propaganda 
gubernamental, se supone que ese día el pueblo aprenda a defenderse de 
un hipotético enemigo que lo amenaza. Cada organismo del Estado 
improvisa un modo de implementarlo. Pero en la prisión especial de 
Camagüey, ese día de práctica defensiva fue convertido en una tortura 
sicológica para los reclusos, pues el enemigo a exterminar eran los 
propios reos y no los supuestos marines de la armada estadounidense.
Papito O'Relly, un avileño que pasó varios años en el régimen especial 
de Camagüey, durante la década de los 90, recuerda que en esos días 
siempre pensaba que moriría. La guarnición del presidio entraba con paso 
marcial por los corredores de las celdas, y frente a cada una de ellas 
se apostaban dos imponentes carceleros ataviados con atuendo anti motín. 
Uno de ellos portaba una ametralladora automática AK-47.
A la orden de un superior, el que portaba el arma daba un paso al 
frente. Las órdenes eran las mismas que las de un pelotón de 
fusilamiento: preparen, apunten, fuego.
A la voz de "preparen", el carcelero cargaba el arma. A la de "apunten", 
el cañón del fusil apuntaba al techo del corredor. Y a la de "fuego", 
una carga de decenas de ametralladoras retumbaba al unísono en los 
pasillos del régimen especial. Los disparos de las salvas ensordecían a 
O'Relly, y ese día se pasaba horas con un silbido en los oídos.
Cuenta también que se lanzaba al piso temblado como una hoja, porque 
aunque le decían que era una práctica, temía que algún día pudiera ser 
real. Los carceleros siempre les decían a los presos que rezaran porque 
a Fidel no lo tumbaran, ya que  si eso ocurría ninguno viviría para 
contarlo, y la idea atemorizaba a O'Relly.
Después de finalizar las prácticas, los guardias se burlaban de los 
reos, se reían de ellos y de la cara de susto que ponían todos cuando 
veían cargar los fusiles. A O'Relly esto le parecía particularmente 
enfermizo, pues siempre observó que los rostros de los que empuñaban las 
armas, durante las prácticas, mostraban deseos de matar de verdad, no de 
bromear.
Finalmente, esa diabólica forma de tortura sicológica se prohibió, 
debido a las reiteradas quejas de las madres y familiares de los 
reclusos, pero el daño ya estaba hecho.
Papito O'Relly no sabe hasta qué punto quedó afectado. Muchas noches se 
levantaba asustado al soñar que era baleado. Tampoco está seguro de que 
sería capaz de empuñar un arma contra un supuesto invasor, pues lo único 
que le enseñaron en esos días fue que él era el enemigo.
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