Jueves, 10 de Noviembre de 2011 12:52
Oscar Sánchez Madan
Cidra, Matanzas, (PD) En las prisiones de Cuba, sobrevivir es algo 
terrible. No sólo por las ofensas, la mala atención médica, la 
desinformación, el aislamiento y las golpizas de que son víctimas los 
reos, sino también debido a la deficiente alimentación a la que 
caprichosamente los someten las autoridades.alt
La horrible prisión matancera Combinado del Sur es uno de esos antros de 
tortura donde los confinados son tratados mucho peor que los perros. Ni 
a un can se le somete a las dantescas condiciones en que viven allí los 
sancionados.
Alguien que no haya estado en aquel terrible infierno no podría 
imaginarse hasta qué punto se tortura y humilla a los seres humanos en 
la Cuba de los hermanos Castro.
Dante no estuvo en presidio, diría otra vez José Martí, apóstol de la 
independencia cubana, si resucitara y viera ese detestable recinto 
calificado certeramente por los reos como "cementerio de hombres vivos". 
El reconocido pensador florentino se espantaría si tuviera que ingerir 
la inmundicia que las autoridades carcelarias llaman "alimento".
A un poco de agua caliente deficientemente endulzada y sin color ni 
sabor definidos allí lo denominan desayuno. Dicho líquido es acompañado 
con un pedacito de pan (cuando hay), casi siempre mal elaborado y muchas 
veces viejo y apestoso. Si suministran yogurt de soya (algo poco 
frecuente), al probarlo los presos se percatan de que ha sido mezclado 
con alguna otra sustancia para afectar su sabor. Se emplean también 
otras variantes, igual de repulsivas.
Durante el almuerzo o la cena los confinados tienen que comer (si 
pueden) piel o patas de cerdo casi siempre podridas como plato "fuerte". 
También picadillo de vísceras del mismo animal en iguales condiciones de 
putrefacción. Muchas veces los mencionados alimentos llegan al penal en 
mal estado, con un color verdoso y repugnante olor. Otras variantes 
desagradables se utilizan asimismo, para humillar a los presos hasta el 
cansancio.
Eso que denominan plato fuerte es acompañado de vegetales (cuando hay) 
con babosas, gusanos, etc., que le impiden comer al ser humano más 
hambriento. De la misma manera, los prisioneros están obligados a 
ingerir (o de lo contrario mueren de inanición) arroz sucio con 
piedrecillas y otras basuras y frijoles duros acompañados de gorgojos o 
"caldo loco" – agua hervida sin especias, con algunos vegetales y 
podridos restos de cerdo o de res.
Cada 15 días los militares ofertan una denominada "Cena Especial". Ésta 
se compone de los mismos alimentos mejor elaborados y algunos otros a 
los que les agregan menos de un cuarto de pollo. A esa jornada los reos 
la denominan "día de descanso" (para el estómago), aunque en realidad no 
es tan cierta la tregua.
Con alguna frecuencia los internos pueden comer dulces como natilla 
elaborada sólo con agua, azúcar y harina. Cuando ésta última escasea se 
mezcla la poca que haya con pan viejo amasado con el preciado líquido. A 
veces se distribuye un dulce de zanahoria o de vegetales mal elaborado 
que pocos se comen. La leche o la carne de res brillan por su ausencia.
No hay agua disponible durante las comidas. Los reos se abastecen a sí 
mismos. Ésta la conservan en sus celdas, en recipientes plásticos que 
les suministran sus familiares, ya que en el penal no hay vasos, ni 
jarras, ni cubiertos. El preciado líquido, bastante escaso en las 
prisiones, por lo general está contaminado con parásitos que deterioran 
la salud de los confinados.
Quien conoce bien las prisiones castristas porque estuvo en ellas sabe 
que en cada trimestre del año se producen en las mismas dos o más brotes 
diarreicos. Y no es para menos, porque debido a la escasez de agua 
potable y a la ausencia casi absoluta de detergente para fregar las 
bandejas en altque se sirven los alimentos, estas conservan la grasa de 
cerdo de varias semanas. No obstante, gracias al esfuerzo de sus 
parientes, los confinados suplen el déficit alimenticio que sufren en 
las prisiones.
Lamentablemente las visitas reglamentarias al penal son cada uno o dos 
meses. Los internos cuyos familiares no los visitan o los van a ver con 
muy poca frecuencia, por disímiles razones, enfrentan horribles 
condiciones higiénicas y de salud. Muchos son obligados por el hambre a 
trabajar como confidentes de la policía. Sólo así logran obtener una 
porción mayor de comida que ellos mismos califican como "alimentos para 
perros".
Es frecuente que los sancionados se rían de sí mismos al recordar, según 
dicen, que el desaparecido cantante y actor estadounidense Elvis Presley 
le dejó como herencia a su can ocho millones de dólares. "¡No es 
fácil!", exclaman.
Las vejaciones de que son víctimas los presos en las cárceles cubanas, 
unidas a la mala alimentación a que los somete el régimen castrista 
aterrorizarían al mismísimo Superman a pesar de sus superpoderes. La 
ponzoña que les suministran a esos miserables penados como alimento no 
la ingiere ni el más hambriento de los perros callejeros de La Habana, 
ni podría describirla sin dificultad el célebre escritor francés Víctor 
Hugo.
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