Publicado el sábado, 09.13.14
Exiliado cubano relata el escalofriante episodio del presidio político
NORA GAMEZ TORRES
NGAMEZTORRES@ELNUEVOHERALD.COM
Un hombre en una celda de una prisión circular no sabe si un guardia
armado lo está observando, desde su puesto en una torre situada en el
centro del edificio. Este es el panóptico, una construcción ideada por
el inglés Jeremy Bentham en el siglo XVIII y copiada por el dictador
cubano Gerardo Machado para construir un "Presidio Modelo" en Isla de
Pinos, en las primeras décadas del siglo pasado. Un modelo perfecto de
poder disciplinario, en palabras del filósofo Michel Foucault.
En 1962, Ricardo Vázquez, un joven estudiante encarcelado por conspirar
contra el gobierno instaurado en Cuba en 1959, desafía esa sensación de
perpetua vigilancia para llevar a cabo una riesgosa misión en la
cárcel-panóptico de Isla de Pinos: tomar las fotos de las cargas de
dinamita que habían sido colocadas en la planta baja de cada uno de los
cuatro edificios circulares que albergaban prisioneros políticos como él.
Eran los días cercanos a la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, y
los presos habían constatado con horror que los hombres trabajando con
martillos neumáticos estaban horadando las paredes y colocando cargas de
dinamita, un colchón de explosivos para evitar que los
"contrarrevolucionarios" tomaran la cárcel, en caso de una nueva
agresión "imperialista"—trabajo inútil si estallaba una guerra nuclear
primero.
Ricardo era dirigente nacional del Movimiento Revolucionario 30 de
Noviembre cuyo objetivo era "derrocar el sistema de Fidel, porque nos
sentíamos traicionados. Yo luché también contra Batista y Fidel se
desvió totalmente de los planes iniciales de la revolución. Tratamos por
todos nuestros medios de derrocarlo", explica.
Interrogado sobre "los planes iniciales de la revolución", responde:
"que estuviera basada en la constitución de 1940, que existiera
libertad, que se acabara la opresión y todo eso resultó una farsa de
Fidel. Engañó al pueblo. Fue un engaño terrible".
En febrero de 1961, apenas un año después del "triunfo de la revolución"
es arrestado con "material sensible", un eufemismo que podía referirse a
armas, explosivos, equipos de radio o cualquier otro suministro que
pudiera apoyar a quienes se enfrentaban el nuevo régimen. Anastasio
Rojas, el chofer que lo transportaba a él y al "material" fue fusilado.
El, con 17 años, fue enviado al Presidio Modelo de Isla de Pinos.
Hoy, Ricardo es un señor de 71 años, con voz suave, de pocas palabras y
a quien, a todas luces, no le gusta comentar mucho sus experiencias en
la prisión. Pero amablemente accede a una entrevista con el Nuevo Herald
y nos lleva también donde su hermana Guillermina Vázquez reposa inválida
en una cama, pero con lucidez suficiente como para complementar su relato.
La dinamita
Cuenta Guillermina, quien hacía funciones de "correo" entre distintas
cárceles y la dirección nacional del Movimiento Revolucionario 30 de
Noviembre, que ella recibió un mensaje de los presos de Isla de Pinos,
quienes solicitaban una cámara para introducirla en la cárcel.
En 1962, un preso que escapó y logró llegar a Miami había dado la alerta
sobre los explosivos. Así lo contaba al periódico Patria el 14 de
septiembre de ese año:
"Hemos visto los trabajos. (La cárcel) Está totalmente dinamitada. La
dinamita pueden hacerla explotar desde una colina distante, por dos
conductos. Por electricidad de pilas o por concusión de un material que
va estallando en secciones hasta llegar a la dinamita", explica el
hombre identificado con un seudónimo en la historia.
Pero faltaban pruebas, las fotos. Y ahí es donde entra a jugar
Guillermina, quien consiguió transportar en su cuerpo una minúscula
cámara de fabricación alemana Minox, con un diseño que se hizo muy
famoso entre los espías. Para burlar las llamadas "requisas" que hacían
los guardias de la prisión a los visitantes, Guillermina escondió la
cámara en un tampón higiénico.
"Hacían una requisas tremendas a las mujeres. Cuando llegué delante de
la muchacha que me iba a requisar, me quité los zapatos, y me empecé a
quitar la ropa. Cuando ella fue a bajarme los pantalones, le advertí que
tenía el período. Entonces ella me dijo que me vistiera. Llegué a la
circular a ver a Ricardo y él me preguntó por la cámara y yo le pregunté
por el baño. Fui, me la saqué y me la puse en el pecho. Entonces regresé
donde estaba él, lo abracé y le dije, 'ahí está'".
Ricardo continúa la historia donde la dejó su hermana.
"Yo fui quien tomó las fotos de la dinamita junto a otro amigo. ¿Cómo
fue que pudimos bajar al túnel? En la celda que yo vivía, la 19 del
primer piso, había un orificio por donde pasaban los tubos del agua, que
no se usaban pero allí estaban. Nosotros entramos ahí y con mucho
trabajo, con cabillas y la ayuda de otros presos, logramos romper el
piso lo suficiente para que pudiéramos pasar. Dejamos la última capa
para el último momento. Cuando rompimos ya teníamos la cámara lista y
nos metimos los dos y empezamos a tirarle fotos a la dinamita, las que
pudimos", narra.
Pero queda en el aire lo que pasó después. "Después vino el problema de
que encontraron el hueco y nos castigaron. Nos enviaron a celdas de
castigo, estábamos aislados en los pabellones, las celdas no tenían nada
y te dejaban en ropa interior", recuerda.
El filme salió al exterior a través de otra de las hermanas de Ricardo,
en aquel entonces una niña. Según Guillermina, "las requisas las hacían
cuando entrabas pero no cuando salías de la cárcel. Trajimos el film
cuando vinimos de Cuba el 14 de junio de 1963. Yo tuve que asilarme en
la embajada del Uruguay, donde estaban muchos del 30 de Noviembre", agrega.
Ricardo no era ningún fotógrafo experimentado y las imágenes que
salieron publicadas en el Diario Las Américas en 1964 no tienen calidad
para ser reproducidas hoy. Apenas se divisan unos bultos, la dinamita, y
unos huecos en las paredes donde fueron colocadas las cargas en la pared
interna de la circular. "Pero lo logramos. Lo interesante de esto es que
se pudo hacer la foto, si no, esto hubiera pasado inadvertido en el
mundo", dice, no sin cierto tímido orgullo.
La cárcel
"Eventualmente, un día después de la Crisis de Octubre sacaron la
dinamita. Los huecos nunca los taparon. No sé si ahora lo hicieron, como
dicen que la prisión la están usando como un museo", se pregunta
Ricardo. Pero cuando hablamos de las condiciones de vida en la cárcel,
se vuelve más parco: "Siempre hubo maltrato. Después empezó el mal
llamado plan Camilo Cienfuegos, un plan de trabajo forzado. Tratamos de
oponernos y hacer resistencia y unos cuantos que plantaron el trabajo.
Yo fui plantado", declara.
Al preguntarle sobre el término "plantado", Ricardo nos cuenta una anécdota.
"Ese día plantamos el trabajo Israel Abreu Villarreal y un servidor. El
tiró el pico y dijo al guardia 'si me das porque trabaje y porque no
trabaje, entonces mátame'. Yo hice lo mismo y se llevaron al bloque de
presos que estaba cerca para otro espacio de tierra. Vino a conversar
con nosotros un sargento y le dijimos lo mismo. El sargento cogió una
bayoneta pequeña, un estilete de los fusiles AK y mandó a buscar un
Jeep. Lo parquearon al extremo del cuadrado de tierra y nos hicieron ir
caminando", recuerda.
Pero los 100 metros que los separaba del vehículo, lo recorrieron
recibiendo golpes y pinchazos. Según el testimonio de Ricardo, un
sargento corpulento a quien llamaban Campeón, al verse imposibilitado de
pincharlo con su bayoneta, pues había quebrado la suya "en el lomo de un
preso" minutos antes, comenzó a golpearlo tan fuerte con su fusil que
Ricardo intentó defenderse. "Entonces, me dice 'ah, pero ¿te me vas a
virar?' y cogió el fusil y me dio por la cabeza", continúa Ricardo y se
toca una marca arriba de la ceja derecha.
"Me noqueó y me despertó él, muy amable, dándome palos hasta que recobré
el conocimiento. Seguí caminando. En ningún momento ninguno de los dos
corrimos porque era un pecado", hace una pausa y se ríe.
Para estos hombres, a quienes los unía un código moral estricto, su
estancia en la prisión era otra etapa de la "lucha". Vivían, al igual
que el resto del país, en un estado de "guerra permanente". En ese
discurso, las heridas recibidas por maltratos y abusos se convertían en
"heridas en combate". Flaquear era imperdonable.
Israel Abreu Villarreal, en un crudo testimonio publicado en el libro
Cuba: Clamor del Silencio, editado por el Instituto de la Memoria
Histórica Cubana contra el Totalitarismo, confirma la versión de Ricardo
y aporta detalles escalofriantes. Después de este incidente, ambos son
trasladados al hospital de la prisión, donde comienzan una huelga de
hambre que duró 42 días. En medio de la huelga, los sargentos
identificados como Campeón y Girón, llevan de nuevo a Abreu al campo y a
sangre fría, con una bayoneta le horadan la carne hasta llegar al hueso
de la cadera.
Isla sin nombre
Desgraciadamente, los testimonios de ambos no son excepcionales. El
libro citado recoge al menos cien historias similares. Otros testimonios
aparecen también en un informe de 1963 de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA).
El gobierno cubano desechó estas denuncias y las convirtió en una mera
nota al pie de una batalla política y diplomática más importante entre
Cuba y los Estados Unidos, en la que la OEA y los gobiernos
latinoamericanos eran "títeres" del imperialismo.
Pero hace falta un gesto más poderoso para borrar tanta memoria
incómoda. Y lo hubo. A partir de 1967, año en que se cerró el Presidio
Modelo, Isla de Pinos fue una isla sin nombre. Así queda recogido en el
discurso que pronunciara Fidel Castro el 12 de agosto de 1967 en ese
territorio: "…esta Isla es una prueba de la Revolución, y se empieza
aquí. Esta Isla, que por ahora no la vamos a llamar ni de la Juventud ni
de Pinos, porque hay poco de las dos cosas todavía".
Pero Castro prometió convertir la isla "en un gran centro experimental
social, y donde nos propongamos resolver en la medida de lo posible,
como vanguardia de nuestro pueblo, los problemas que implica la idea de
crear una sociedad comunista". Parte del nuevo experimento era
concentrar a jóvenes de otras provincias para "revolucionar la
naturaleza y revolucionar la sociedad". Para más dramatismo, en la
antigua prisión y nuevos campamentos en construcción estudiarían "no
menos de 20 000 jóvenes", anunció.
Casi diez años después, por obra y gracia del lenguaje, la isla "sin
nombre" fue oficialmente bautizada en 1978 con el alegre título de "Isla
de la Juventud". En la prensa cubana se reporta regularmente sobre los
aniversarios de la proclamación y la transformación social de la segunda
mayor isla cubana, "reconocida antes del triunfo revolucionario por los
horrores del Presidio Modelo", según se puede leer en una nota de
Juventud Rebelde.
El indulto
No sorprende entonces que quienes nacieron en Cuba después de 1959, solo
asocien al Presidio Modelo con el lugar donde Fidel Castro y sus
compañeros asaltantes del cuartel Moncada en 1953 cumplieron menos de
dos años de encarcelamiento. En mayo de 1955 fueron amnistiados por
Fulgencio Batista.
Pero el indulto para Ricardo y otros 3,000 presos políticos no llegó
hasta 1979, luego de que, en diciembre del 78, representantes de la
comunidad cubana en el exilio y del Gobierno cubano firmaran un acuerdo
para su excarcelación. Otros mil quedaron prisioneros, entre ellos
aquellos que no aceptaron el "diálogo", según consta en un informe de la
CIDH de diciembre del 79.
Como parte del acuerdo, los gobiernos de Cuba y de Estados Unidos
facilitarían el traslado hacia ese país de los prisioneros y sus
familiares. Cuando Ricardo salió de una cárcel de Las Villas a donde lo
habían trasladado, sus gestiones estuvieron encaminadas a lograr que las
autoridades estadounidenses le otorgaran también un visado a Cuca, una
mujer que había sido su niñera y "como su segunda madre", dice emocionado.
Cuando sus padres y el resto de sus hermanos abandonaron el país en 1964
a petición de Ricardo, él les aseguró que podían irse tranquilos pues
Cuca se quedaba con él. Y así fue. Ricardo insistió en que la mencionara
en esta historia pues ella había sido "muy importante para él y otros
presos" a quienes visitaba en la cárcel.
Junto a ella, Ricardo finalmente llegó en agosto del 79 a los Estados
Unidos, donde hizo una carrera como empleado de banco. La entrevista
termina con una oración que parece el comienzo, pero es solo un intento
de Ricardo de fijar el recuerdo: "Yo estuve preso desde el día 24 de
febrero de 1961 hasta mayo de 1979, 18 años".
Puede seguir a Nora Gámez Torres en Twitter por @ngameztorres
Source: Exiliado cubano relata el escalofriante episodio del presidio
político - Cuba - ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/09/13/1842578/dinamita-bajo-los-pies.html
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